Y nunca has hecho lo que tú querías

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Decía Alfredo Landa en Las Verdes Praderas:

«Llevo 42 años pensando que lo que vivía no era importante porque era como… como provisional, como si estuviera esperando destino.

Yo creía que iba hacia una vida maravillosa, y mientras estaba en la cola esperando, trabajaba y estudiaba como un negro porque tenía que ser así, porque más adelante iba a llegar mi vida, mi verdadera vida. ¿Y sabes qué pasa? Pues que ya ha llegado, y va… y no te gusta.

[…]

Y un día te mueres, y se te queda esa carita de gilip*llas.

Y en el último momento te dices… vamos, vamos, vamos… porque es que te han llevado al huerto toda la vida y nunca has hecho lo que tú querías.

Estudia, trabaja, echate novia, cásate, comprate un piso, un chalet, un coche y trabaja como un burro para pagar las letras, los colegios de los niños, el friegaplatos, la cortadora de césped…

Y te das cuenta que has vivido para Seat, para Phillips, para Banus, para Zanussi, para El Corte Inglés y su p*ta madre.»

Brutal.

En esta pelicula se hace una dura crítica a la clase media española de la época, que se siente desengañada pues ha seguido el camino marcado pero vive con una profunda insatisfacción vital.

Quiero compartir contigo varias reflexiones que yo saco de aquí:

1) Que no decidan por ti

Una de las frases de mi padre que se me ha quedado grabada en el cerebro me la dijo cuando era bien pequeño (y me la repitió continuamente):

«Hijo, que no te equivoquen. Que no decidan por ti. Si te equivocas, equivocate tú.»

No vivas la vida de otro ni la vida que otros quieren que tú tengas.

Todos tenemos un cierto grado de libertad donde nos podemos mover (y no lo aprovechamos), aunque para cada persona sea diferente.

Lógicamente, una persona joven, sin cargas y con un trabajo de alta cualificación puede decidir sobre muchos más aspectos de su vida que alguien con pareja, hijos, hipoteca y atado a un trabajo que no puede soltar.

Pero aún asi, tenemos más libertad para decidir de la que creemos. A veces nos encorsetamos en un estilo de vida impuesto por comodidad, pero hay que ir un paso más allá.

Un ejemplo de esto es con las finanzas personales y la inversión.

Si le preguntas a la mayoría de personas que por qué no invierten, te soltarán una retahila de mitos sobre la inversión: Eso es de especuladores, siempre ganan los mismos, yo es que no sé, yo es que no puedo, yo de eso no entiendo, eso es un casino…

¿La realidad? Todo el mundo puede beneficiarse de la inversión. Desde el que invierte 50€ mensuales hasta el que invierte 2.500€.

Eso sí, requiere que no te equivoquen. Que seas tú mismo el que se sale del camino convencional y se pone a investigar cómo funciona la inversión para no dejarse llevar por cuatro comentarios que se escuchan en televisión o a personas de tu alrededor.

Salir del camino convencional tiene premio.

2) Encuentra «tu cosa»

Las personas más interesantes y felices que me encuentro siempre tienen «su cosa».

Desde apasionados de la música que tienen su pequeña banda y tocan algunos días después del trabajo hasta competidores amateurs de powerlifting.

En cambio, la gente que no tienen esas pasiones fuera del trabajo que les hacen únicos, por lo general, suele ser gente poco interesante, insatisfecha y que siempre tiene algún problema con alguien.

Tanto si te gusta tu trabajo como si no… Hay que buscar vida más allá de él.

3) El anhelo de lo que no se tiene

En la película, Alfredo Landa tenía, objetivamente, una muy buena vida para la época y las posibilidades de cambiar ciertos elementos para hacerla más apetecible y a su gusto.

Si hubiese seguido otro estilo de vida, seguramente se lamentaría de no haber estudiado, haber trabajado, haberse echado novia, haberse casado, haberse comprado un piso, un chalet y un coche.

Está en la naturaleza humana anhelar lo que no se tiene. Por eso, hoy, que tenemos más cosas que nunca, es importante hacer un ejercicio de zoom out y agradecer lo que sí tenemos en lugar de poner únicamente el foco en lo que no.

Sin perder la vista en mejorar, por supuesto, pero siendo conscientes de que vivimos en una época muy buena con muchas posibilidades. Tiempos pasados no fueron mejores.

4) El camino tradicional cada vez es más difícil de seguir

Se están cerrando unas puertas y abriendo otras diferentes.

El camino tradicional de trabajo indefinido en una única empresa, casarse, comprarse un piso, un coche, tener hijos y comprarse la segunda vivienda cada vez es más difícil de conseguir.

El ratio salario-vivienda es mucho peor que hace 50 años, el mercado laboral es un desastre que penaliza a los trabajadores jóvenes y contar con una pensión estatal decente dentro de unas décadas empieza a ser como creer en los reyes magos.

Si bien seguir el camino tradicional es cada vez más difícil, se abre la alternativa a nuevos modos de vida que quizás encajen más contigo.

Estamos en el mejor momento de la historia si lo que te gusta es vivir en diferentes ciudades, tener un trabajo a tu medida, guiarte por tus propios horarios, aprender lo que quieras y explotar tus intereses.

No digo que sea fácil (no lo es), pero nunca ha estado tan accesible como ahora si eso es lo que te llena.

5) Las crisis vitales son necesarias

Todos en mayor o menor medida hemos tenido crisis vitales: ¿pero qué estoy haciendo con mi vida?

Este tipo de preguntas no sólo no son malas sino que son necesarias.

Sería agotador pasar por este tipo de preguntas todos los días, pero tampoco es bueno que te exploten en la cara el día menos pensado.

Por eso yo opto por una situación intermedia: Cada ciertos meses me pregunto si estoy viviendo la vida que quiero vivir. Y voy dando ligeros cambios de dirección en lugar de cambios bruscos de rumbo.

6) La felicidad no espera

La gente como tú o como yo, que nos preocupamos de tener un buen futuro y construir un buen patrimonio mediante el ahorro y la inversión, solemos tener un pecado común: posponer la felicidad.

Amigo, amiga. La felicidad no espera.

Es paradógica, porque no hay una receta mágica que puedas seguir para obtenerla, como le pasaba a nuestro protagonista al principio.

Pero, a su vez, requiere que la tengamos presente, que no la descuidemos y que trabajemos en ella de forma activa para obtenerla.

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