Emprender no es para todo el mundo

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En este recurso vamos a ver qué caminos existen hacia la riqueza y cuál es el mejor para nuestra situación personal.

Porque al igual que no hay dos personas iguales, tampoco hay dos caminos iguales.

Las dos vías hacia la riqueza

En su libro The Millionaire Fastlane, MJ DeMarco identifica dos hojas de ruta o vías hacia la riqueza. Podemos sacar lecciones muy valiosas a partir de este planteamiento si le damos una vuelta de tuerca más, pero primero vamos a ver a qué propone el autor de forma resumida.

La vía lenta hacia la riqueza:

  • Trabajo por cuenta ajena
  • Inversión en bolsa
  • Busca retirarse antes de la edad oficial de jubilación (entre los 40 y los 60 años)

En esta vía se hace control de gastos para poder ahorrar, pero ese ahorro tiene límite, ya que siempre vas a necesitar dinero para cubrir tus necesidades básicas de vivienda, alimentación, ocio y demás gastos.

Tiene la incertidumbre de la inversión en bolsa, que a corto plazo es muy volátil pero a largo plazo su rentabilidad es positiva.

La vía rápida hacia la riqueza:

  • Trabajo por cuenta propia
  • Inversión en tu negocio
  • Busca retirarse en menos de 10 años

En esta vía, el ahorro mensual no está limitado ya que los ingresos pueden crecer hasta cifras muy altas, lo cual acelera la velocidad en la que obtenemos riqueza, de ahí lo de vía rápida.

La incertidumbre de esta vía está en el negocio. No es sencillo crear un negocio rentable que de dinero de manera estable (o tenga picos de rentabilidad muy altos que compense la inestabilidad).

También hay una tercera vía, la vía hacia la pobreza que camina la mayoría porque no ahorran, no invierten y viven con la deuda hasta el cuello.

Pero centrémonos en la vía lenta y la vía rápida a la riqueza.

La tesis de la vía rápida es muy atractiva, es un mensaje muy potente que vende muy bien. ¿A quién no le gustaría emprender, ser dueño de su tiempo y alcanzar la libertad financiera en menos de una década?

El problema es que no es un camino realista para todos. Ni tiene por qué ser el mejor.

Por qué la vía rápida hacia la riqueza no es el mejor camino para todos

Soy el fan número uno del emprendimiento. Me apasiona trabajar en mi proyecto propio aunque me de más dolores de cabeza que mi trabajo por cuenta ajena. También disfruto mucho escuchando a gente hablar de sus proyectos emprendedores.

Incluso hice un recurso hace unas semanas animándote a que te pusieses las gafas de productor y creases algo que aporte valor al mundo.

Dicho esto, el emprendimiento no es para todo el mundo. Y no pasa nada. Para emprender con éxito tienes que tener unas características que no todo el mundo tiene. Ni mejores ni peores que un empleado por cuenta ajena. Simplemente características diferentes.

Igual que hay unos que prefieren la playa y otros la montaña.

Los hay que prefieren el sabor dulce y otros el salado.

Unos prefieren el deporte y otros el teatro.

Pues unos tienen características más adecuadas para el trabajo por cuenta ajena y otros para el trabajo por cuenta propia (emprendimiento).

Emprender puede ser una decisión terrible para unos y acertada para otros. De hecho, lo normal es que la decisión de trabajar por cuenta ajena sea la que te proporcione más dinero, ya que tú te dedicas a hacer un trabajo específico muy bien y del resto (plan empresarial, financiación, lugar de trabajo, instrumental, marketing…) se encargan otras personas, especializadas en esos ámbitos.

Elegir la vía rápida o la vía lenta a la riqueza depende de tu perfil.

Imaginemos una persona con un trabajo por cuenta ajena estable y bien pagado. Sin conocimientos muy específicos en un área y sin una particular pasión por emprender.

Intentar crear un negocio desde cero para esta persona puede llevarle a sacrificar mucho tiempo familiar, abandonar su tiempo de ocio, una incertidumbre financiera enorme y finalmente no conseguir un negocio rentable porque la competencia tiene más tiempo para dedicarle y habilidades que esta persona no tiene.

La vía lenta a la riqueza es la ideal para esta persona. Tanto desde un punto de vista económico como de bienestar personal. Aunque venda más decir que todo el mundo podría crear un negocio que les haga millonarios, no es la realidad para muchas personas (en la siguiente sección vemos por qué esto no es necesariamente una mala noticia).

Vamos ahora a otro perfil diferente.

Pensemos en una persona joven, con grandes conocimientos en un tema que aporta mucho valor. Ha ahorrado durante unos años, tiene mucho tiempo libre y ganas de compartir sus conocimientos.

Este perfil es ideal para la vía rápida, porque puede permitirse intentar crear un negocio centrado en esos conocimientos específicos y bien valorados en el mercado.

Esto no garantiza que alcance el éxito, de hecho, lo normal es que la mayoría de aventuras emprendedoras acaben fracasando. Pero se trata de una oportunidad asimétrica donde las potenciales ganancias son muy altas y las pérdidas están acotadas.

Durante toda este recurso hemos comprado la premisa a MJ DeMarco sobre poner el objetivo en la riqueza, analizando las dos principales vías que hay, lenta y rápida.

¿Pero y si el objetivo no es la riqueza sino el bienestar personal? ¿Cuál es la vía que te hace más feliz a ti en tus circunstancias personales? Vamos a verlo.

Crea tu propia vía hacia la riqueza

La maximización de la riqueza no equivale a la maximización de la felicidad. En otras palabras, el camino que te haga más rico no tiene por qué ser el camino que te haga más feliz.

Desde luego, hay cierta correlación entre riqueza y felicidad, no seamos ingenuos.

Si tienes que madrugar todos los días para ir a un trabajo que odias para poder pagar un piso en el que no estás a gusto pero es el único que te puedes permitir, es más difícil ser feliz. Tener más libertad económica es fundamental para llevar la vida que queramos.

Pero una vez tenemos nuestras necesidades básicas cubiertas, encontramos la felicidad en otras cosas (relaciones, bienestar físico, bienestar emocional, ocio…).

Perseguir la vía rápida de la riqueza puede ser contraproducente, porque para emprender tienes que sacrificar tiempo y dinero, y puede que los beneficios obtenidos de ese sacrificio simplemente no te compensen en tu escala personal de valores.

Además, aunque hemos dividido los caminos a la riqueza en simplemente dos, la vía rápida y la vía lenta, la realidad es mucho más compleja.

Nos gusta categorizar este tipo de conceptos y puede que hasta una buena idea para poder transmitir conceptos interesantes, pero la realidad de la mayoría de gente suele estar en los grises. En vías con una velocidad que va cambiando.

Una persona bien podría empezar en sus 20s por la vía lenta, trabajando por cuenta ajena, ahorrado sus primeros miles de euros e iniciándose en el mundo de la inversión.

Tras unos años y con unos conocimientos más avanzados, podría intentar la vía rápida a los 29 años, creando un negocio relacionado con su ámbito laboral.

Pasados 10 meses se da cuenta de que su idea de negocio no es buena y vuelve a la vía lenta, con un trabajo por cuenta ajena que vuelve a hacer crecer su patrimonio a buen ritmo.

Y, finalmente, vuelve a la vía rápida a los 43 años, con una idea de negocio muy asentada gracias a su experiencia en el sector que acaba teniendo éxito y su patrimonio crece más en 2 años que en los 20 años anteriores.

El emprendimiento es maravilloso y siempre voy a animarte a que te lo plantees si ves una oportunidad (y tienes un dinero ahorrado por si sale mal). Creo que es una experiencia que todo el mundo debe vivir. Creces mucho, te vuelves más resolutivo y aprendes habilidades que no sabías ni que existían.

Pero si sientes que no es para ti, no pasa absolutamente nada.

Cada uno de nosotros tenemos que encontrar la vía que se adapte a nuestras características y gustos particulares.

Encuentra, o mejor dicho, CREA tu propia vía hacia la riqueza y el bienestar. A tu propio ritmo.

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