El precio de la educación financiera

Este recurso es muy especial. Al final del mismo te desvelaré algo que llevo mucho tiempo creando y que sale a la luz hoy.

Pero antes, déjame que te cuente la que fue la inversión más importante que he hecho en mi vida:

La inversión más importante que puedes hacer

Cuando cobré mi primera nómina no sabía muy bien qué hacer con el dinero que ahorraba todos los meses. Lo acumulaba en el banco como hacía todo el mundo, aunque los intereses que me daban eran ridículos: un par de céntimos al mes.

En mi casa me habían enseñado a ahorrar, y es algo por lo que estoy agradecido a mis padres, pero nunca me habían enseñado nada sobre invertir mi dinero.

Lo único que conocía de la bolsa o la inversión era lo que me había llegado de la televisión durante mi vida, y era una imagen muy negativa. Parecía que aquello de invertir era sólo para ricos y especuladores.

Cuando llegué a los 5.000€ ahorrados dije basta. Me enfadaba ver ese dinero parado en mi cuenta bancaria cuando el banco SÍ rentabilizaba mi dinero. Para colmo, cada año perdía un buen porcentaje de valor adquisitivo debido a la inflación.

Supongo que sabrás la sensación de la que te hablo.

Tenía que haber otra manera de manejar el dinero, así que durante el siguiente año me puse a leer sobre finanzas personales e inversión diariamente. Cuanto más leía, más quería leer. Una hora, dos horas, cuatro horas… Se me pasaba el tiempo volando. No podía parar.

Descubrí el tema que me apasionaba, el de la educación financiera. Me preguntaba cómo era posible que no nos hubiesen enseñado estas cosas en el colegio.

Mi mentalidad con el dinero cambió, se derrumbaban algunos mitos y creencias que tenía sobre la inversión.

Por ejemplo, pensaba que la inversión era muy compleja. Y sí, al principio suena todo muy complicado, pero con información de calidad todo el mundo puede aprender a invertir. Es como montar en bicicleta, una vez aprendes los fundamentos, ya no se te olvida.

Después empecé a entender los flujos de dinero de mis finanzas personales, especialmente en qué gastaba dinero y qué cantidad. Esto fue especialmente revelador, porque empecé a gastar más dinero en algunas áreas de gasto que disfrutaba más y recorté en las que apenas me proporcionaban bienestar.

Mismos gastos, pero mejor calidad de vida. Y no era magia, era simplemente una hoja de Excel que me daba una visión global sobre cómo gastaba mi dinero.

Finalmente llegó el gran momento, empecé a invertir.

Recuerdo hacer mi primera inversión como si fuese ayer. Invertí 10€ en un fondo indexado al SP500. Sabía que eran sólo 10€ (empecé con poca cantidad para asegurarme de que todo funcionaba correctamente), pero también que era el primer paso de muchos más que estaban por venir.

Después de esos 10€ y de comprobar que todo funcionaba correctamente, invertí 100€. La siguiente semana pasé 500€. Y en las próximas semanas más de 20.000€ que tenía ya para entonces en el banco parados.

Pero mi inversión más importante no fueron esos 20.000€. Ni siquiera esos 10€ de la primera vez que invertí. Fue la inversión en aprender educación financiera.

Invertí en ella una gran cantidad de horas, sí, pero sin duda han sido las horas más productivas de mi vida, rentabilizadas en el primer año invirtiendo. Y el resto de mi vida a disfrutar de las ganancias.

Y eso es lo mejor de la educación financiera, que una vez la adquieres no hay marcha atrás. Ya sabes manejar tu dinero correctamente e irás creando tu patrimonio año tras año. Es inevitable.

La condena de la dependencia financiera

El camino de no tener ni idea de cómo manejar mi dinero a invertir mis primeros euros fue largo, pero sin duda es un camino que merece la pena tomar. Sobre todo porque el camino convencional no me convencía en absoluto. Y si estás leyendo esto, es porque a ti tampoco te convence.

La alternativa a la educación financiera es la dependencia financiera. De hecho, la mayoría de la gente vive en permanente dependencia financiera durante toda su vida:

  • Son dependientes financieramente de las modas de turno, ya que están en constante competición con sus compañeros de trabajo y vecinos: un coche con más caballos, un móvil con una cámara con más píxeles y ropa de una marca más cara.
  • Son dependientes financieramente de su jefe, ya que unos meses sin empleo les lleva a tener que pedir dinero prestado para pagar los gastos de la casa o incluso de vuelta a casa de sus padres.
  • Son dependientes financieramente del político de turno, que decide cuándo se van a jubilar y con cuánta cantidad.

No sé a ti, pero a mí esta vida de dependencia financiera no me hace feliz. Aunque sea lo normal, no quiero seguir este estilo de vida y por eso me puse a adquirir educación financiera en cuanto pude. Para mí, quedarme parado y manejar el dinero como lo hacía la mayoría no era una opción.

Algunos familiares y amigos me dicen que invertir es arriesgado. Casualmente sólo me lo dicen cuando aparece en la televisión una caída en la bolsa.

Para mí, lo arriesgado de verdad es no tomar las riendas de tus finanzas y empezar a invertir. Eso sí que es arriesgado.

Sí, por supuesto que hay años de rentabilidad negativa invirtiendo. Esto puede ser un problema para quien quiera invertir ahora y sacarlo dentro de unos meses. Pero quien entiende cómo funciona la inversión, invierte a largo plazo. Y quien invierte a largo plazo, acaba teniendo rentabilidades positivas.

Aunque haya baches la economía mundial sigue mejorando. Somos más productivos y hacemos más con menos: Hace 30 años no había ordenadores en las casas, hoy llevamos un pequeño ordenador de varios órdenes de magnitud más potente en el bolsillo. Y a un precio mucho menor.

Y es ahí donde yo invierto mi dinero. De forma diversificada a largo plazo en la economía mundial. Me parece un plan imbatible, de una rentabilidad más que contrastada históricamente.

Construye tu patrimonio ladrillo a ladrillo

No recuerdo dónde, pero leí esta reflexión hace unas semanas:

Nadie “construye una casa”. Se pone un pequeño ladrillo tras otro y el resultado final es una casa. Un logro extraordinario y glorioso es, simplemente, una larga serie de insignificantes tareas y decisiones una después de otra.

La construcción de un patrimonio es esto mismo.

Y atreverse a dar el primer paso y poner el primer ladrillo (adquirir educación financiera) sin duda es lo más difícil.

Y es comprensible, porque no nos la han enseñado en ningún sitio, son todo conceptos nuevos y tenemos que aprenderlos de manera autodidacta.

Por eso, para resolver ese problema, he creado el Manual de Educación Financiera.

Llevo años dedicado a la divulgación de educación financiera de calidad: en twitter, en artículos en la web de Una Vida Ideal, en este mismo recurso…

Pero me apetecía hacer algo diferente. Algo que contuviese todo lo que necesitas saber sobre educación financiera en un mismo sitio. Desde cómo administrar tu presupuesto mensual hasta qué opción de inversión es la más adecuada para ti y cómo invertir en ella, pasando por la psicología del inversor o entender los impuestos.

Llevo dedicadas incontables horas a su creación y, tras mucho trabajo, por fin ve la luz. Entre tú y yo… ¡Qué emoción!

Como te contaba al principio, he dedicado literalmente miles de horas a leer sobre educación financiera. He filtrado toda esa información y la he puesto en un formato cómodo, quitando la paja y quedándonos con lo importante. El Manual está dividido en capítulos que siguen el orden lógico de alguien que empieza a cuidar de sus finanzas.

Si estás interesado en poner ese primer ladrillo de la construcción de tu patrimonio, puedes comprar el manual aquí. Podría ponerlo a 600€ y comprarlo seguiría siendo una inversión más que rentable, pero he decidido ponerlo a 249€, que hace que sea asequible para todo el mundo y ayude a seguir expandiendo la educación financiera.

Ojalá hubiese tenido el Manual cuando empecé a adquirir educación financiera porque me hubiese ahorrado muchísimas horas de investigación y lectura. No sé cuanto costará una hora de tu tiempo, pero a mí me hubiese salido más que rentable.

Y es que no tener educación financiera sale carísimo. Te condena a una vida de dependencia financiera nada deseable, como vimos anteriormente.



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