El economista Keynes predijo en 1928 que en cien años las sociedades occidentales serían tan ricas que sólo habría que trabajar 15 horas a la semana.
No queda tanto para que se cumplan los 100 años y parece que falló estrepitosamente en la predicción, ¿no? Bueno, yo creo que no. O por lo menos no está tan lejos de lo que podríamos pensar. Me explico:
Aunque los datos macroeconómicos son engañosos desde que se rompió el patrón oro, en este último siglo el PIB per capita se ha multiplicado varias veces y la sociedad es indudablemente mucho más rica.
Sólo hay que ver cómo vivían nuestros abuelos o bisabuelos y cómo vivimos nosotros actualmente. Salvo casos muy excepcionales, tenemos una calidad de vida (acceso a comida, ropa, educación, sanidad y vivienda, el esfuerzo en nuestro trabajo, el tiempo libre que tenemos…) con la que ellos no podían ni imaginar.
¿Entonces, qué ha cambiado? ¿Por qué no trabajamos 15 horas a la semana como decía Keynes?
Principalmente porque nuestros estándares de vida se han ido actualizando conforme nos enriquecíamos.
Lo podríamos llamar el síndrome de la zanahoria.

Siempre hay algo más que conseguir. Algo que nos falta, con lo que ocupamos nuestra cabeza y que, cuando lo consigamos, ahí la vida será diferente… Hasta que encontremos la próxima zanahoria.
Me he comprado el nuevo robot aspirador para la casa, que me ahorra tiempo. Tampoco he podido comprar el último modelo porque estoy ahorrando para la reforma de la cocina, que quiero darle un lavado de cara. Y cuando nos quitemos el lío de la reforma, toca pintar los cuartos y el salón, que el color ya no queda bien. Aparte, la televisión se ha quedado anticuada, ¿no? Tiene ya 4 años. El vecino tiene un modelo QLED, y yo no voy a ser menos, que gano más que él. En fin, a ver cuando puedo hacerlo que este trabajo no me deja tiempo libre para nada. ―Asalariado medio
No es un problema de tiempo, es un problema de prioridades.
Todos esos gastos son intercambiables por horas al trabajo. Se podría trabajar menos horas a la semana y tener más tiempo libre, pero también habría que renunciar a la reforma de la cocina o a la tele QLED.
Pero en algo habrá que gastar el dinero.
Puedes gastar el dinero en lo que quieras, para eso es tuyo. Simplemente digo que hay que ser conscientes de que tiene un coste asociado, que tú lo ves en euros pero también lo puedes ver como horas de más que estás dedicando al trabajo.
Por eso digo que Keynes no iba mal encaminado con lo de las horas de trabajo. Si fijamos los estándares de vida de 1930, las horas de trabajo para mantener esos estándares se han reducido. No sé si a 30 horas a la semana, a 20 o a 10, pero indudablemente son mucho menores.
Pero esto a mí no se me aplica, yo no vivo una vida de lujos.
Hasta el más cuidadoso con el dinero se ha contagiado de este consumismo absurdo. Analízalo fríamente. Apuesto que en tu armario te sobra casi la mitad de la ropa (y súmale toda la que has regalado/donado/tirado en estos últimos años…) y tienes por la casa aparatos que no le has dado apenas uso.
Insisto de nuevo, no estoy abogando por un minimalismo extremo. Lo que digo es que no tienes por qué seguir la corriente excesivamente consumista si no quieres. Que hay un claro tradeoff entre horas de trabajo y consumismo: más de lo uno implica menos de lo otro y viceversa. Y la balanza está totalmente descuadrada a favor del consumismo absurdo.
El precio de reformar la cocina puede ser tomarte medio año sabático, estar un tiempo con jornada reducida o cambiarte a un trabajo que cobres menos pero disfrutes más. Y quizás prefieras esto último, aunque tu cocina no sea tan moderna como la de las revistas.
En la lección número 15 del capítulo sobre Libertad, patrimonio y rentas del Manual de Educación Financiera hay un ejercicio de reflexión escrita que te ayudará a establecer prioridades con el manejo de tu dinero y de tu tiempo.
Me parece increíble la cantidad de gente que va con el piloto automático puesto, haciendo “lo que toca” sin pararse a pensar en lo que ellos realmente quieren hacer (aunque yo mismo me tiré muchos años viviendo así). No se cuestionan sus valores ni sus prioridades.
Y esto es una bomba de relojería, tarde o temprano acaba explotando en forma de arrepentimiento por el tiempo perdido.
Por eso estoy seguro de que este es el ejercicio financiero más importante que vas a hacer en tu vida. Más allá de aprender a invertir o de hacer un presupuesto. Este ejercicio es base de todo y desde donde parten tus finanzas personales.
Eso sí, no es un ejercicio sencillo. Son 8 preguntas, requiere de mucha reflexión, diálogo interior y quizás hasta sentirás algo incómodo haciéndolo porque son cuestiones que nunca te has preguntado jamás (¡y luego te preguntarás cómo has podido pasar una vida sin hacértelas!).
Como ves, cuando te dije que el Manual no era un cursillo de finanzas personales no te mentía. Va unos pasos más allá.
Personalmente, hacer este ejercicio del Manual me ha ayudado a gastar mejor (que no más) mi dinero y a sacarle más provecho. Cada euro gastado me cunde muchísimo más, multiplicando su rendimiento y utilidad.
Además, me ha hecho darme cuenta de que cosas que quería hacer pero seguía retrasando eran más posibles de lo que creía. Mucho más. A veces tenemos una ideas prefijadas en nuestra cabeza que nos limitan, y necesitamos que alguien o algo las rompa para poder ver que la realidad es mucho más flexible y adaptable a nosotros de lo que pensamos.
Me gustaría acabar esta newsletter con una frase de Séneca:
Ningún viento es favorable para quien no sabe dónde va.
Saber controlar tus gastos mensuales, crear una cartera a tu medida, empezar a invertir… Todo eso son conocimientos necesarios (y por eso están explicado al detalle en el Manual).
Pero creo que las finanzas personales son más que eso. Mucho más.
La visión que me gusta transmitir tanto en las newsletter como en el Manual es que el dinero es una herramienta que tienes que aprender a usar a tu favor, con un propósito detrás. Acumular por acumular puede llevar a una vida rica en dinero, pero no rica en experiencias, en calidad, en satisfacción personal.
Y sólo si sabes dónde vas podrás utilizar el viento a tu favor. Este ejercicio trata de eso mismo.